Cuando hablamos de cambio climático, solemos pensar en el deshielo de los polos, el aumento del nivel del mar o los fenómenos meteorológicos extremos. Sin embargo, sus efectos van mucho más allá del medio ambiente: también influyen en aspectos fundamentales de nuestra salud, incluida la fertilidad humana.
Aunque esta relación puede parecer lejana, factores como la contaminación, el calor extremo o la exposición a sustancias químicas tóxicas tienen un impacto directo en nuestra capacidad reproductiva. Desde alteraciones hormonales hasta una menor calidad de óvulos y espermatozoides, el entorno en el que vivimos está jugando un papel cada vez más relevante en la salud reproductiva de mujeres y hombres.
En este artículo, analizamos cómo el contexto medioambiental puede afectar a quienes buscan un embarazo, ya sea de forma natural o a través de tratamientos de reproducción asistida, y qué podemos hacer para cuidarnos.
El calor extremo, por ejemplo, puede reducir la calidad del esperma y alterar la ovulación. La contaminación del aire se ha relacionado con una menor tasa de implantación embrionaria y un aumento del riesgo de abortos. Además, ciertos compuestos presentes en plásticos, pesticidas o cosméticos (llamados disruptores endocrinos) pueden interferir en la producción de óvulos y espermatozoides.
La fertilidad humana es especialmente sensible a determinados factores ambientales que están intensificándose debido al cambio climático y al estilo de vida moderno. A continuación, repasamos los más relevantes:
Contaminación del aire: Exponerse de forma continuada a contaminantes como dióxido de nitrógeno (NO₂), ozono (O₃) o partículas en suspensión (PM₂.₅) puede reducir la calidad del esperma y afectar los ciclos menstruales. Además, se han relacionado con un mayor riesgo de abortos espontáneos, preeclampsia y partos prematuros.
Disruptores hormonales: Sustancias químicas como los ftalatos, el bisfenol A o ciertos pesticidas actúan como disruptores endocrinos, alterando el equilibrio hormonal. Estas moléculas pueden interferir en la ovulación, reducir la reserva ovárica y afectar la receptividad endometrial. En los hombres, disminuyen la concentración espermática y aumentan la fragmentación del ADN espermático.
Calor extremo y estrés térmico: El aumento sostenido de las temperaturas afecta a la espermatogénesis (producción de esperma), que requiere condiciones frescas. En las mujeres, el calor excesivo puede alterar la función ovárica y la regularidad del ciclo. También se ha observado un aumento de problemas en la implantación embrionaria en épocas de calor extremo.
Cambios en los ciclos estacionales: El clima afecta a nuestros ritmos biológicos. La alteración de la luz natural, la duración del día y la temperatura puede influir en la secreción hormonal que regula la ovulación y la menstruación, y, en consecuencia, en la calidad de los gametos.
Aunque los efectos del cambio climático sobre la fertilidad pueden afectar a cualquier persona, existen ciertos grupos más vulnerables a sus consecuencias.
Aunque no podemos controlar el entorno global, sí podemos tomar medidas para proteger nuestra fertilidad frente a los efectos del cambio climático y la exposición ambiental. La prevención y el cuidado diario marcan la diferencia.
Evita el contacto con pesticidas, plásticos con bisfenol A (BPA), ftalatos o productos cosméticos con disruptores hormonales. Opta por alimentos ecológicos cuando sea posible, reduce el uso de envases de plástico y ventila los espacios cerrados con frecuencia.
Si tienes entre 18 y 35 años y estás expuesta/o a condiciones medioambientales adversas o deseas posponer la maternidad o paternidad, vitrificar ovocitos o congelar esperma puede ser una buena opción. Así, aseguras tus gametos en un momento óptimo.
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